Los videojuegos aparte de formar ya parte del sector cultural y de la historia, tienen una capacidad de interacción muy superior a la de otros productos como el cine, las series, los documentales, la música o los podcast. Ante un videojuego, el jugador observa, escucha, pero además interactúa literalmente con el contenido.
Incluso en caso de discapacidad auditiva o visual, los videojuegos siguen teniendo la capacidad de conectar e incluir al usuario, haciéndole partícipe de lo que se narra o de lo que aparece en pantalla. Nacidos como entretenimiento, el tiempo los ha ido dotado de una mayor complejidad, a la par que la propia evolución de la tecnología los ha hecho trascender de su propio sector, llegándose a convertir en una herramienta para tratar distintas patologías.